Hoy en día, es muy
difícil no estar enterados de la más destacada actualidad política
de nuestro país. Un señor desconocido hasta hace bien poco por la
inmensa mayoría de la sociedad ha sido pillado con las manos en la
masa. Millones de euros en cuentas suizas cuyo origen es todavía
desconocido o, cuanto menos, dudoso. Por otro lado, (presuntamente)
el gobierno de un país tiembla ante la posibilidad de que lo que
hasta ahora ha permanecido bien escondido y guardado, salga a la luz.
A pie de calle, podemos escuchar todo un abanico de opiniones. Desde
la clásica “¡gobierno dimisión!” hasta una apuesta por la
fiabilidad del ejecutivo. Es curioso ver como evoluciona la opinión
social. Bárcenas, antes delincuente y ladrón, se hace, poco a poco,
con el favor de la sociedad al dedicarse al “tirar de la manta”
como medio para alcanzar su venganza. Y, por el contrario, la opinión
que se quiere imponer desde las altas esferas es totalmente
contraria: el extesorero contaba antes con el favor del gobierno y
ahora es un delicuente. Al margen de estas dos fuerzas, encontramos a
los medios de comunicación. Llegué a escuchar una vez, en uno de
los debates de LaSextaNoche, que uno de los grandes “genios” del
programa (no recuerdo si se trataba de Paco Marhuenda o de Alfonso
Rojo) aseguraba que los medios forman parte de la izquierda.
Cada vez con más
frecuencia (o eso me parece a mi) surgen voces que tratan de acallar
totalmente los rumores (y más que rumores) que se publican sobre el
“Caso Bárcenas”. “Por ahora no hay pruebas” dicen. “Estamos
dando credibilidad a un delincuente” comentan. Son los mismos que
tienen la desfachatez de denominarse a si mismos como “Periodistas”.
No digo que no se pueda tener una ideología de derechas. Está claro
que cada individuo tiene su propia mentalidad (gracias a dios). Sin
embargo, la actividad de un periodista se basa en cuestionarse
absolutamente todo. Más incluso si procede de una fuente
gubernamental. ¿No es el periodismo un instrumento de garantía
democrática? Si aceptamos a ojos cerrados lo que nos quieren hacer
creer, no hacemos periodismo. Hacemos propaganda. Y de la mala. Lo
que muchos intentan hacer, en vez de tratar de esclarecer, por todas
las vías posibles, la situación que está haciendo temblar a
España, es buscar argumentos para defender al Gobierno. Algo que se
podría perdonar si los argumentos empleados fueran correctos,
estudiados y defendidos mediante una sólida base. Pero se reducen a
un muy triste conjunto de insultos y en definitiva, memeces. Oír en
un supuesto debate de expertos cosas como “Vete a la Habana,
comunista” o “A ti te gustaría un régimen castrista, ¿verdad?”
es una vergüenza. Y que actualmente grandes puestos editoriales de
periódicos españoles se limiten a emplear el “Y tú más” para
defender lo indefendible, también.
Aquí en ningún momento
he tratado de opinar acerca de la situación del caso (poco puede
añadir mi visión personal). Intento reflexionar acerca de la manera
de hacer periodismo. Y opinar que, se tenga la ideología que se
tenga, un Presidente del Gobierno no tiene por qué defenderse
públicamente, es absurdo. Eso es lo que daña la imagen social del
periodismo. Eso es lo que daña a los verdaderos profesionales, o a
los que actualmente tratan de estudiar la profesión.