Todo el que me conozca minimamente sabe que adoro la trilogía de películas de “El Señor de los Anillos” de Peter Jackson. Las he visto cientos de veces cada una. También me leí el libro de “El Hobbit”, y fui de las pocas personas que defendió que, desde luego, una película era demasiado poco espacio para cubrir la totalidad de la historia a pesar de que tiene poco más de 300 páginas. Y cuando vi estrenada “Un Viaje Inesperado”, fui al cine con la sensación de empezar un nuevo ciclo, con ganas de fiarme del director australiano de cara a las tres nuevas adaptaciones. Fui de los que creyó que, con la primera parte, se cerraron, por así decirlo, muchas bocas. Pese  que muchos la criticaron por ser lenta y aburrida, era lo que se podía esperar de una más que correcta adaptación del libro. Estaba plagada de escenas de acción muy bien elaboradas (como la impecable lucha en los túneles de los trasgos) y de profundización en los personajes (la conversación entre Bilbo y Gollum es magistral). Había que entender que lo que Jackson quería, más allá de adaptar un libro, era elaborar una precuela a la trilogía original (le pese a quien le pese, el libro del Hobbit no lo es; es un historia a parte que conecta con El Señor de los Anillos sólo por la existencia del anillo y de Bilbo como protagonista). Por eso, todos los cambios que se introdujeron eran muy justificados y acertados.

Ahora, con “La Desolación de Smaug”, esperaba un peliculón en toda regla. Cuando salí del cine, mis compañeros del visionado no dudaron en calificarla de mala, y entiendo perfectamente que piensen así. Yo me limito a señalar que  esperaba que superara olgadamente a su predecesora, simplemente porque iba a abarcar las partes de la historia original a mi entender más interesantes: la estancia en la casa de Beorn, la travesía por el Bosque, la huida de la casa de los elfos oscuros, la estancia en la Ciudad del Lago y, por supuesto, la conversación entre Bilbo y el temible dragón Smaug. Y, en cierta manera, las partes que destaco son excelentes: el hogar del cambipieles es un entorno idílico e inmejorablemente tratado; las escenas dentro del bosque, con la continua sensación de pérdida, de miedo y de desubicación son una muestra perfecta del talento de Jackson; la pelea con las arañas, pese a no ser tan extensa como me esperaba, es bastante más que correcta; los elfos oscuros y su incansable intento de aislarse del mundo son perfectamente reflejados; y la incursión del hobbit en Érebor y su encuentro con la bestia es magnífico. Hasta ese momento, parecemos estar asistiendo a una cinta con un cuidado ritmo narrativo, con un detalle en el aspecto visual impecable y con cambios muy acertados respecto al libro. Además, las partes en las que Gandalf se aleja de la compañía de enanos para indagar acerca del nacimiento del “Nigromante” son perfectas y mimadas, y nos sirven de enlace continuo con la trilogía que comenzó con “La Comunidad del Anillo” (no puedo pasar sin destacar la escena en la que el mago descubre finalmente quien se encuentra tras ese sobrenombre, la mejor sin duda de todo el metraje).


Pero todo parece cambiar con respecto al tramo final. La introducción de Légolas, cuando no está presente en el libro, me resulta acertada hasta cierto punto (adorable la escena en la que el elfo “insulta” a Gimli sin ni siquiera conecerle todavía), pero la presencia de Tauriel, ese personaje inventado, es quizás uno de los fallos más presentes: no actúa todo lo bien que cabría esperar, y sus apariciones se limitan a una recreación de escenas de la primera  película de Peter Jackson en el mundo Tolkien (cuando Tauriel cura a Killi se calca prácticamente el momento en el que Arwen cura a Frodo en “La Comunidad del Anillo”). Y la lucha que los enanos entablan con Smaug en el interior de la montaña, si bien muy necesaria a pesar de no existir en el libro, se alarga demasiado y se soluciona de una manera ridícula (con “fantásticas” escenas como la de Thorin haciendo “Gold Boarding” encima de una carretilla, por no hablar de que es tremendamente chocante que el dragón decida ignorar a los enanos, a pesar de tenerlos delante, para ir a atacar la ciudad). Además, el director intercala con la trama de la Montaña Solitaria lo que ocurre en la Ciudad de Lago, que, a  mi juicio es muy poco interesante.

De cara a la próxima cinta todavía creo que esta nueva trilogía-precuela se puede salvar. De hecho, insisto en que a mí “La Desolación de Smaug” no me parece para nada una mala película; solo que cabía esperar una mejor solución de muchos de los aspectos. La lástima es que te llegas a dar cuenta de que, quizás, dos cintas hubieran sido la medida perfecta, y que se está intentando estirar la historia de manera prácticamente imposible. Para mí, ahora me es imposible construirme unas nuevas expectativas de cara a la batalla de los Cinco Ejércitos. Desde luego, es un film recomendable (no mejor pero si a la altura del resto de adaptaciones del Universo Tolkien); lo que hace que no me sienta a gusto con el resultado es que, simplemente, salí del cine decepcionado. 

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