El sol golpea
fuerte desde las alturas de un cielo puramente azulado. Las aguas marrones del
río corren sin parar desde el principio al fin de la película. La tierra, las
hojas, el barro… Todo nos transmite, casi como si nos introdujéramos en la
misma película gracias a extrañas artes de brujería, el ambiente propio de
Arkansas, del Estados Unidos sureño que tantas veces se ha recreado en el cine.
Ese es el principal punto fuerte de Mud; su cuidada fotografía consigue crear
un estupendo ambiente en el que desarrollar una historia. Apenas necesita
recurrir a la música (escasa y basada en suaves canciones de guitarra) para
construir su escenario. En ocasiones, el lenguaje audiovisual puede conseguir
que amemos, sin llegar a pisarlos, lugares y tierras nuevas para nosotros. Ya
lo consiguen con sus magistrales planos el bueno de Vince Gilligan, que logra
que sintamos especial pasión por los extensos desiertos de Nuevo México, o David Benioff y Daniel B. Weiss con su
espectacular retrato de la Fortaleza Roja. Jeff Nichols sigue el mismo camino;
el problema es que, en un determinado momento, se detiene.
Sí, no deja de
ser interesante el supuesto que plantea la película; un extraño fugitivo
aparece en una isla prácticamente desierta, y se lucra de la ayuda de un par de
niños para reconstruir un bote y tratar de escapar con la persona a la que ama.
Tiene fuerza, y el director consigue, además, añadir un poderoso ámbito visual
que te hace vivir la historia. Sin embargo, el tratamiento del relato parece
empequeñecerse. El argumento avanza de manera exageradamente lenta. “Si, claro, es para que progrese el carácter
de los personajes”. Lo sé, la historia se basa precisamente en eso: El
protagonista, Ellis (Tye Sheridan), va a sufrir una evolución sentimental gracias
a Mud (Matthew McConaughey) que lleva un precioso tiempo retratar. El motor
principal de la historia es el tema del amor y cómo esa energía afecta al
elenco de personajes. Pero al centrarse en tratar de “contar” y “explicar”, la
narración deja de “sentir”. La potencia que consigue al inicio decae a lo largo
de la en exceso larga película, y no se recupera prácticamente hasta el final,
casi de la misma manera que ocurre con el anterior proyecto del director, “Take
Shelter” (2011) que parece querer explicar muy racionalmente lo que en
principio surge de la locura de su protagonista.
Ahora bien; pese a que me oponga radicalmente a la postura pausada de tratar el argumento, no puedo dejar de recomendar la cinta. No nos encontramos ante una joya del cine, por lo menos no como yo las veo, pero es, sin duda, una película muy interesante. McConaughey es capaz de captar la esencia de un personaje que, pese a recorrer un esquema muy habitual y recurrido, es algo diferente. Mud es altanero, quizás hasta chulesco en ciertos momentos: representa al típico “rebelde”. Aun así, muchas de las acciones que realiza a lo largo de la trama chocan de manera directa con su rol, ofreciendo una riqueza que el actor ha sido muy capaz de potenciar. Se complementa de manera perfecta con los dos niños (Ellis interpretado por Sheridan y Neckbone por Jacob Lofland), que se alejan muy gratamente de la inmensa mayoría de actuaciones infantiles del cine actual, que hasta rayan en lo ridículo.
En definitiva,
es una pena que el para mi gusto demasiado lento y pausado ritmo de la película
pueda alejar al espectador de su visionado. Es evidente que no nos encontramos
ante un blockbuster, ni siquiera ante una aventura de acción. Quiere socavar y
observar los sentimientos de sus personajes, pero no consigue dar con la clave
para construir un relato ágil que vaya a la altura de las excelentes
interpretaciones de los actores participantes y del espectacular ambiente
visual. Pudiendo destacar gracias a su atractiva historia (como he dicho,
“habitual pero, en cierta manera, diferente”) su principal fallo es
precisamente que no destaca, que se queda en una interesante trama de amor
desde una visión distinta, pero mal relatada. “Mud” es bonita, es interesante.
Pero no es lo que promete.
CALIFICACIÓN: 6/10